El dólar es una de las variables más observadas en la Argentina. No sólo por los economistas y hacedores de política, sino también por el resto de las personas, lo que nos convierte en una economía bimonetaria (con pesos y dólares) de facto. Esto no es mera opinión, si utilizamos por ejemplo los datos sobre búsquedas en Google, encontramos un índice que representa el interés en cierta temática por región. En este sentido, la palabra “dólar” enseña un número de 42 a fines de septiembre, valor que representa un interés medio (siendo 0 el mínimo y 100 el máximo), aunque a lo largo de los últimos años dicho interés tendió a incrementarse (con picos en las devaluaciones) para “estabilizarse” recientemente desde mayo del año corriente, como se puede ver en el gráfico que sigue.

Es por la relevancia que presenta el dólar en nuestra economía que debemos entender cómo funciona y qué implicancias tiene. En principio, el nombre que utilizamos los economistas para referirnos al valor de la moneda es el de “tipo de cambio”. De este modo, se indica el precio de una divisa medido en la moneda local, es decir, la tasa a la cual se intercambian ambas: cuántos pesos necesito para adquirir un dólar. Vale decir que suele verse de manera bilateral -Argentina vs. otro país del mundo-, generalmente en relación a Estados Unidos, pero también podría estudiarse multilateralmente, es decir, comparando con una canasta relevante de monedas (tema del que hablaremos más adelante).

Un aumento del tipo de cambio muestra un deterioro de la moneda doméstica: si necesitás más pesos para comprar el mismo dólar, el peso “vale menos”, en términos relativos. Por lo tanto, nos encontramos frente a una depreciación de la moneda local. Por el contrario, si el tipo de cambio cae, necesitamos menos pesos porque su valor es mayor: nuestra moneda se está apreciando.

Si evaluamos la evolución del tipo de cambio, encontramos que la tendencia es alcista, es decir, el peso se ha deteriorado con el paso de los años, aunque a distintas velocidades. En este sentido, mientras el cepo cambiario mantuvo relativamente estable el valor del dólar hasta mediados del 2013, el salto tras ese período fue una devaluación que estuvo bastante por encima de los  diez años anteriores, sin embargo  durante la gestión de Cristina Fernández de Kirchner el tipo de cambio acumuló una suba del 131%. Asimismo, con la llegada del Macrismo al poder y la liberación inicial del mercado cambiario –que luego debió ser controlada-, su gestión marcó un ascenso del valor del dólar del 541%, estimulado principalmente por las devaluaciones de diciembre de 2015, y luego en 2018 y 2019. Actualmente, el mandato de Alberto Fernández acumula un alza del tipo de cambio del 66%, desde diciembre del 2019 hasta los primeros días de octubre de este  año, vale decir que se mantuvieron e incrementaron diversos controles cambiarios establecidos en la gestión de Macri.

Crecimiento Acumulado por Período
CFK (2°)2011-2015131%
MM2015-2019541%
AF (h. oct.)2019-202166%

Regresando al territorio de las definiciones teóricas, en el caso de depreciación de la moneda doméstica, el dólar está caro; en el opuesto, barato, siempre en relación al peso. Sin embargo, hay que destacar que este concepto de “caro y barato” se puede considerar desde distintos puntos de vista: si para los argentinos los dólares están caros, para los extranjeros los pesos están baratos. Es aquí donde los movimientos del tipo de cambio se tornan relevantes para la economía en términos agregados, aunque todavía falta incorporar otro concepto clave para el análisis.

Al momento de evaluar la competitividad de una economía, no debe mirarse el tipo de cambio nominal (el que mencionamos anteriormente, que solo contempla el valor en sí de la moneda) sino aquel real. Esta clase de medición busca establecer una relación entre el crecimiento del tipo de cambio nominal y la expansión de los precios de cada economía. En otras palabras, mide el precio relativo de los bienes y servicios de Argentina con respecto a aquellos de otro país o varios, dado que también presenta la clasificación de bilateral o multilateral.

Así, por cómo construye el indicador el Banco Central de la República Argentina, el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) muestra el precio relativo con respecto a los bienes y servicios de los principales 12 socios comerciales del país, en función del flujo de comercio de manufacturas. Por lo tanto, al observar dicho índice, encontramos una información “más certera” para arribar a la conclusión sobre la existencia de un “dólar barato o caro”, o con mucha más precisión  un “peso caro o barato”.

De este modo, desde nuestro punto de vista, si el tipo de cambio se depreciara, el peso estaría barato y el dólar caro, dotando de cierta competitividad a nuestro país. Es decir, para el resto del mundo, nuestros productos serían relativamente baratos, haciendo que su demanda crezca y fomente nuestras exportaciones. Consecuentemente, una pérdida de valor por parte del tipo de cambio real podría significar un crecimiento de los flujos comerciales y un fortalecimiento de las reservas que ingresan a la economía buscando dotar de un mayor poder de fuego a la máxima autoridad monetaria, es decir, el Banco Central.

En el mismo sentido, un “dólar barato o peso caro” también supone salarios con un mayor poder adquisitivo en términos de bienes y servicios importados, vale decir que si tomamos la evolución de salario registrado promedio del sector privado  en dólares, podemos observar que luego de una fuerte apreciación de la moneda entre 2016 y abril de 2018, cuando comienza la corrida contra el peso en aquel, año hasta la salida de Macri en diciembre de 2019, se observa una caída  de esta variable mayor al 35% dejando el salario en niveles de una década anterior.  

Habiendo entendido la base teórica del tema, cabe preguntarnos: ¿cómo está el dólar ahora? ¿Caro o Barato? En principio, ya sabemos que debemos contemplar el tipo de cambio real para evaluar el valor del mismo. Así, encontramos la siguiente evolución:

Así, a partir de lo observado en el gráfico anterior, primeramente encontramos que la volatilidad fue cambiante a lo largo de los distintos mandatos. En este sentido, en la segunda gestión de Cristina, el ITCRM cayó 23%, es decir, el peso se fortaleció y representó una moneda más cara frente al resto del mundo. Por su parte, en los cuatro años de Macri en el poder, dicho indicador ascendió 45% en términos acumulados, marcando una depreciación del peso y un abaratamiento del mismo. Finalmente, en lo que va del período a cargo de Alberto, el mismo mermó 10% -hasta los primeros días de octubre del 2021-, señalando cierto fortalecimiento de la moneda doméstica. Sin embargo, una vez mencionadas las variaciones de cada mandato, debemos resaltar ciertas cuestiones puntuales.

Crecimiento Acumulado por Período (promedio)
CFK (2°)2011-2015-23%
MM2015-201945%
AF (1/10/21)2019-2021-10%

En la actualidad, el peso se encuentra apreciándose en términos reales en relación al pasado inmediato -al tiempo que el dólar se abarata como contracara de dicho hecho- pero esto es consecuencia del control sobre el tipo de cambio, instrumento utilizado por los hacedores de política como ancla para la suba de precios. En otras palabras, dado que la devaluación semanal promedio ronda el 0,2% – 0,3%, en el mes la depreciación se ubica en torno al 1,1% y 1,2%, mientras que la inflación asciende por encima del 2% i.m. Consecuentemente, el ITCRM termina cayendo, dado que el crecimiento de los precios excede a aquel de la moneda y, por lo tanto, el peso cobra fuerza, lo que podría tornarse perjudicial para fomentar las exportaciones.

Sin embargo, no sólo hay que mirar el árbol, sino el bosque. Desde una mirada más largoplacista, el valor actual del índice real del tipo de cambio se encuentra por encima del promedio de los últimos diez años, ya que -a pesar de la contracción acumulada- la gestión de Alberto parte de un punto inicial elevado por las devaluaciones del final de la carrera de Macri. Esto señala que, por un lado, el peso mantiene valores competitivos frente al resto del mundo permitiendo que el intercambio comercial se muestre sólido (con un crecimiento de las exportaciones acumulado del 35,5% en lo que va del año, fomentado no sólo por los precios sino también por las cantidades) y sustente el ingreso de divisas al país. 

Así, de cara al futuro inmediato, deberá buscarse que el ITCRM mantenga su nivel (frenando al menos su caída, de la mano de una ralentización de la inflación) con el objetivo de seguir mostrándose competitivo frente al mundo y, por tanto, las exportaciones se incrementen, estimulando directamente la demanda agregada y el regreso de la economía argentina a su sendero de crecimiento.

Finalmente, hablar de dólar también es hablar de las cotizaciones paralelas, donde lo más relevante aquí ya no es el precio sino la brecha respecto de la cotización oficial. Pero eso es tema de otra columna, la próxima.