Recesión en la Ciudad de Buenos Aires

La Dirección General de Estadísticas y Censos del Gobierno de la Ciudad (DGEyC) dio a conocer que la actividad económica en CABA cayó en el 4° trimestre de 2018 el 3,7% interanual (ia). En promedio, además, durante todo el año pasado, la producción de bienes y servicios también en la Capital se desplomó 0,7% ia, completando así, entre 2016 y 2018, dos años de retracción y solo uno, 2017, de números positivos.

¿Qué sectores cayeron más? Transporte, comercio, industria y comunicaciones. Mientras que la intermediación financiera mantuvo números positivos. El escenario es todo un reflejo del modelo económico impulsado por el Gobierno y de la estanflación que vivimos, de la que la Ciudad de Buenos Aires -uno de los distritos más ricos del país- no es ajena.

En detalle, manufacturas, construcción, electricidad, agua y gas retrocedieron 7,4% ia en los tres últimos meses de 2018. Mientras que comercios y servicios registraron un valor negativo del 3,6% ia en igual periodo.

Si bien todavía no hay datos oficiales acerca del impacto de esta recesión en Capital, distintos sondeos privados ya elaboraron sus propios números. Por ejemplo, la Encuesta Mensual Económica de la ONG “Defendamos Buenos Aires” indica que solo en enero de 2019 cerraron 2.536 comercios en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano, número equivalente a más de 80 comercios por día en ese mes y a un aproximado de 10.144 trabajadores, hoy nuevos desocupados.

Es importante destacar que, detrás de los locales comerciales, como una panadería, se encuentra una pyme, principal empleador tanto de la Ciudad y el conurbano, como del país. Con la imposibilidad de tomar créditos bancarios para financiarse, dado el alto nivel de tasas de interés, más el aumento de las tarifas de los servicios públicos y el correspondiente a los insumos y costos de cada sector -que corren igual o por encima de la inflación-, cada vez se torna más difícil que cierren los números de una pequeña empresa llamada, entre nosotros, “comercio de barrio”.

Desde de la política oficial, mientras tanto, se apela al “esfuerzo” en estos tiempos de crisis para todos los argentinos. Pero no se observa desde el Gobierno ningún esfuerzo, valga la reiteración, para repartir los costos de la crisis y realizar acuerdos básicos con los distintos sectores productivos -incluidas las pymes-, que salvaguarden el futuro de cientos de miles de puestos de trabajo.

Con estos niveles de tarifas de los servicios públicos y de tasas de interés solo es esperable más pérdida de empleo, cierre de locales comerciales y remarcación de precios en aquellos que subsistan. Porque, aunque baje el consumo, quien todavía quede de pie detrás del mostrador, si desea pagar la luz o el gas, se verá obligado a trasladar sus costos a los productos que ofrece.

La DGEyC aportó información sobre un impacto relacionado a este esquema económico. Al 4° trimestre de 2018 la pobreza en CABA trepó al 21,3% sobre el total de la población. En 2017 la cantidad de pobres porteños había sido del 17,7%.

Más desigualdad social en la Argentina

En el plano nacional, los datos de distribución de ingresos de los hogares del 4° trimestre de 2018 cerraron con un coeficiente de Gini de 0,434. En el 4° trimestre de 2017 el mismo coeficiente había sido de 0,417.

Los datos surgieron la semana que pasó del Indec e indican que, en un año, se acrecentó la brecha de ingresos por persona entre el 10% más rico y el 10% más pobre.

El coeficiente de Gini es un indicador que determina cómo son distribuidos los ingresos en toda la población. Oscila de 0 a 1, donde 0 significa máxima igualdad o igualdad absoluta, y 1 desigualdad perfecta.

Expectativas de inflación y del dólar: en alza

El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central, también publicado la semana pasada, reflejó por su parte que las expectativas de inflación de este año escalaron al 36% (4 puntos más que el REM del mes último). Entre las explicaciones que se pueden encontrar a este aumento (que en la percepción de los ciudadanos tiende a ser mayor) se halla la suba del dólar, que desancla cualquier previsión inflacionaria, a la vez que la política monetaria no genera confianza ni ofrece reglas de juego claras, dos condiciones necesarias para la economía.

Respecto del billete estadounidense, las expectativas también corrigieron para arriba, según el Central. El promedio para fines de 2019 ahora se ubica en torno a los $50, +5,6% de lo que se esperaba el mes pasado.

Creció la deuda externa

Otra información conocida en los últimos 7 días fue que la deuda externa bruta, al 4° trimestre de 2018, cerró en US$277.921 millones (M), US$22.736 M más que el 3er trimestre de 2018 y US$43.372 M más que el 4° trimestre de 2017. Por su parte, la cuenta corriente del año pasado terminó con un déficit de más de US$28.000 M.

Mientras tanto, hubo superávit de la balanza comercial por una brutal caída de las importaciones y una leve suba de las exportaciones. En efecto, febrero arrojó superávit de US$460 M, de manera tal que en el primer bimestre 2019 el saldo comercial acumula un superávit de US$832M, encadenándose 6 meses consecutivos con resultado comercial externo positivo. Pero, como te decía: las exportaciones en febrero crecieron 3,7% ia y las importaciones decrecieron 22,9% ia; en cantidades, las exportaciones escalaron 6,7% y las importaciones cayeron 21,9%, ia.

En síntesis, eran esperables saldos externos positivos tras la fuerte depreciación de 2018. Pero no es para festejar. Este escenario se da con importaciones derrumbándose con violencia y exportaciones que crecen a un ritmo muy menor. Si la actividad en algún momento levanta, tendrán que recuperarse las importaciones. Por eso es clave que los volúmenes de exportación crezcan más y de forma sostenida. La cosecha debería dar buenas noticias en este sentido en el corto plazo.