Como era de prever tras la fuerte de devaluación del peso luego de las PASO, la inflación de agosto, según datos del Indec, trepó al 4%, acumula en los primeros meses del año 30% y en términos interanuales ya es del 54,5%.

Y pega fuerte en los que menos tienen, quienes gastan el 100% o casi todos sus ingresos solo en comer: la inflación en alimentos y bebidas interanual (agosto 2019 vs. agosto 2018) fue de 58,8% y del 4,5% mensual, con importantes aceleraciones, en términos mensuales, de frutas (8,9%), verduras (7,1%) y pan (4,8%).

Ecosistema inflacionario

El pasaje a precios finales del movimiento del dólar no se manifiesta de forma instantánea, por lo que es de esperar que, entre otras razones, la inflación de este mes de septiembre sea todavía mayor. Además, hay evidencia que indica que este efecto es más fuerte en la media en que se activa dentro de un ecosistema inflacionario como el de nuestro país, donde el dólar es guía a la hora de decidir los precios en contextos de incertidumbre y desconfianza como el generado por el Gobierno en estos casi 4 años.

En efecto, el entorno inflacionario donde se mueve la Argentina día tras día es más que preocupante. Por séptimo mes consecutivo la inflación interanual se ubica por encima del 50% y no hay perspectivas de que deje de hacerlo en el corto plazo. Es más, es de esperar que se mantenga en este terreno al menos hasta los primeros meses de 2020, con riesgo de acelerarse. Y con incertezas paralelas que agravan el panorama, como el no saber si el FMI realizará el último desembolso del año, de US$5.400 millones, y el no contar aún con una renegociación razonable de la deuda, cosa que Roberto Lavagna pide al Gobierno desde mayo.

La industria sigue a media máquina

Uno de los peores daños de la gestión de Mauricio Macri, que agravó el estancamiento proveniente de la gestión anterior, es el ejecutado contra el capital productivo. El Gobierno apostó por capitales golondrina, especulativos, a quienes ofertó la mayor libertad, en detrimento de la producción, la actividad económica y la generación de trabajo genuino.

Cada vez que el Indec lanza su reporte de Utilización de Capacidad Instalada en la Industria duele observar cómo todo nuestro potencial se rifa de manera sostenida y, con él, las posibilidades de frenar el desempleo y la pobreza. Duele porque detrás de cada máquina parada, sin producir, hay un drama, una mujer o un hombre que sufre una suspensión o un despido, una familia que abandona la clase media y comienza a golpear la puerta de un comedor escolar.

Los seguidores del oficialismo más enardecidos se ofuscan al mirar estos indicadores oficiales, pero con pelearse con la realidad nada se modifica. También exigen medidas. Te dicen “¿y vos, qué medidas tomarías?”. Y se ofenden si la respuesta conlleva cierta complejidad; si, como dijo Roberto Lavagna el viernes último, en una visita a la ORT, se indica que la macroeconomía es como una compleja pieza de relojería.

“¿Pero qué harías, Tombo?”, insisten. Sin entrar en cuestiones técnicas que extenderían el espacio de este post, el camino debe ser el de apostar por la reactivación de la producción, con medidas de incentivo para ese fin (como disminuir cargas impositivas distorsivas) y tomando la lógica de países desarrollados, en donde no entran y salen como quieren los capitales especulativos, que son pan para hoy y hambre para mañana.

Te dejo el gráfico de Utilización de Capacidad Instalada en la Industria. Es una foto horrible de la Argentina de hoy. De esa Argentina que tenemos que modificar a través de un gobierno de unidad nacional, el que estoy convencido que solo Roberto Lavagna puede conducir.