
Comuna 7
Inscribite, elegí el taller y te llamamos
En una visita a la Comuna 9, el economista compartió facturas y consejos con un grupo de mujeres que asisten a un centro de actividades para la tercera edad.
“Pasá, querido, te estábamos esperando.” Matías Tombolini abrió la puerta y, tras escuchar esa voz de bienvenida, ingresó a un centro de jubilados del barrio de Liniers, donde un grupo de 30 mujeres lo esperaba con facturas recién horneadas, masitas, churros y chocolate caliente. “Gracias, me hacen sentir como en mi casa”, expresó el candidato a jefe de Gobierno de Consenso Federal, mientras sentía el perfume que impregnaba el interior de la sala. La temperatura del lugar contrastaba con el frío de la tarde.
En el centro, el economista conversó este miércoles con sus concurrentes y respondió varias consultas sobre cuestiones vinculadas con el cobro de la jubilación, la reparación histórica y los trámites en el Pami. Y adelantó que, próximamente, organizará un taller con un especialista en derecho previsional para los jubilados de toda la Comuna 9, integrada por los barrios de Liniers, Mataderos y Parque Avellaneda.
También escuchó las quejas de las jubiladas contra las compañías telefónicas, que suelen aprovecharse de las dificultades que los adultos mayores puedan tener con las nuevas tecnologías para cobrarles servicios que no utilizan y entorpecerles los pedidos de baja.
Marta, una de las coordinadoras del lugar, le contó a Tombolini que el centro brinda numerosos talleres, entre ellos, uno de prácticas de la memoria, muy útil para las personas de avanzada edad.
Finalizada la charla, Tombolini se despidió con un cálido abrazo a las asistentes, antes de salir de nuevo al frío de las calles porteñas.
Si me seguís en este blog, sabrás que suelo publicar el “Resumen económico de la semana”, que comúnmente sale los domingos a la mañana. Pero esta vez resolví quitarle el “económico” al resumen, como también hablar como el vecino de Almagro que soy.
Ya sé que sabés que soy candidato a jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por Consenso Federal. Pero quiero dejar la candidatura de lado por un rato e incluso evitar términos económicos relacionados, porque, con la muerte, la pobreza y las personas en situación de calle, no hay especulación política que valga.
Sí te puedo afirmar que los gestos de parroquias, clubes, ONG y vecinos otra vez ocuparon el lugar que debe ser prioritario del Estado y que muchos dirigentes de la política, también otra vez, desde los dos polos de la grieta, prefirieron echarse culpas antes que reconocer la omisión que desde hace casi una década ejercen en materia de exclusión y de personas vulnerables.
Como vecino de Almagro y como un tipo de 45 años que vive en ese barrio, esta semana nuevamente me dolió Buenos Aires y me dolió el país. Vi lo que todos ustedes: la frivolidad de muchos políticos de un lado, los gestos solidarios de cientos de porteños del otro. Y sí, en el medio, un hombre que falleció a causa del frío y su situación de calle.
Se trata de una escena que se replica cada vez que hace frío. ¡Frío! Es una escena que recuerda a la misma frivolidad de buena parte de la clase política cuando fueron las históricas inundaciones de La Plata de abril de 2013: aquella vez la tragedia fue infinitamente mayor, pero la reacción de una importante parte de la clase dirigente, igual de frívola. Una frivolidad que está instalada entre los dos bandos que buscan posicionarse como los grandes adversarios de las próximas elecciones. Esos dos bandos que deberían, antes que nada, realizar un mea culpa. Pero un mea culpa de verdad, no cocinado por una estrategia de marketing.
Esta semana, a raíz del hombre que murió de frío en San Telmo, a raíz también de la apertura del Monumental para albergar a personas sin techo, los medios iniciaron sus búsquedas acerca de cuántas son las personas que viven en la calle en la Ciudad de Buenos Aires. Y los números salieron.
El último relevamiento de abril hecho por el Gobierno de la Ciudad (aún no publicado pero verificado por los principales medios porteños) indica que viven en situación de calle 1.146 mujeres, hombres y niños, 5% más que en 2018, 32% más que hace 3 años.
Con datos oficiales tomados por Chequeado.com, la mayor parte de estas personas son hombres (74,6%) “y en su mayoría se asientan en la Comuna 1 (21%), que incluye a los barrios del microcentro; la Comuna 4 (16,5%), que la integran Pompeya, Parque Patricios, Barracas y La Boca; y la Comuna 3 (13,6%), conformada por los barrios de Balvanera y San Cristóbal”.
Pero el dato no termina de convencer. Al menos no, por su metodología, al Ministerio Público de la Defensa, la Auditoría General porteña, la Defensoría del Pueblo y a más de 50 organizaciones sociales y barriales que, en 2017, realizaron su propio censo, con un resultado de 4.394 personas en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. Y que el viernes 5 de julio ofrecieron el resultado del segundo relevamiento: 7.251 personas que viven mayoritariamente en las calles de la Ciudad (5.412, 16% niños) y minoritariamente en paradores nocturnos.
Sean cuales sean los números finales, las personas en situación de calle y los porteños bajo la línea de pobreza en CABA -que supera el 21% del total de la población, de acuerdo a la Dirección General de Estadística y Censos del GCBA- nos refieren que también en el distrito más rico de la Argentina la desigualdad mata. Y nos exponen de modo brutal una forma sutil de violencia: el abandono.
¿Qué es la violencia? Es, básicamente, cualquier tipo de abuso de poder. No hay solo violencia física. La violencia puede ser psicológica, económica, ambiental, o derivar del abandono. Por ejemplo, una pareja que deja toda una noche solos a sus hijos menores de edad en la casa para ir a una fiesta está abusándose del poder que posee sobre sus chicos y ese abandono temporal es una forma de violencia.
Lo que sucede con las personas en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires (y este drama no es nuevo) es una forma de abandono, es una modalidad de abuso de poder (en este caso, de las autoridades políticas, en su omisión) y es en definitiva violencia. Una violencia silenciosa.
¿Es todo culpa de la política? En caliente puedo decir que sí, pero también, si reparo en ciertos datos, puedo entender que la política es un emergente de la sociedad en la que vivimos. Entre el 1 de enero y el 31 de marzo, los equipos interdisciplinarios de la Oficina de Violencia Doméstica en CABA atendieron 3.059 denuncias de violencia. Es decir, casi 1.020 denuncias por mes y casi 34 por día. No son denuncias alocadas: en la OVD el trámite dura no menos de 4 horas -que se pueden extender a más-, y existe un proceso de admisión donde los funcionarios del organismo determinan si realmente existen una o varias personas en peligro.
¿Qué quiero decir con todo lo anterior? Que no es raro que, de una Ciudad que, en términos domésticos, es violenta, surjan representantes políticos que ejerzan algún tipo de violencia. Que el frío derive en un drama para toda una Ciudad es el resultado de por lo menos la omisión y la mala ejecución de programas y políticas sociales.
Que muera una sola persona en una semana donde la temperatura tuvo sensaciones térmicas bajo cero no es un simple accidente. Existen detrás toda esa frivolidad política y toda esa omisión (también política).
Te dejo este listado que armó mi equipo, para que sepas qué hacer si ves a una persona en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. Había pensado hablar de las caídas interanuales de la producción industrial manufacturera y de la construcción, pero, como verás, la situación esta vez no daba para eso.
Junio, un mes donde el dólar volvió a vivir su “veranito”, gracias al visto bueno del FMI, cierra con pésimos números.
En efecto, el combo anti-crecimiento de inflación, pérdida salarial, más desocupados y menor consumo y actividad económica, es la síntesis de los informes reportados por el Indec, el Ministerio de Trabajo y la Dirección General de Estadística y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (DGEyC).
A pesar de las bondades “noruegas” del metrobús o las reformas de la Avenida Corrientes, la Ciudad de Buenos Aires replica los problemas económicos nacionales. En otras palabras, CABA no es una isla, sino el distrito más rico del país y uno de los lugares de la Argentina donde los contrastes socioeconómicos son más notables.
El viernes 28 de junio, la DGEyC indicó que la actividad económica cayó por tercer trimestre consecutivo. El derrumbe en el primer trimestre de 2019 fue de -4,5%. El del cuarto trimestre de 2018, -4,4%. Y el del tercer trimestre del mismo año, de -1,5%.
Esta caída general de la actividad económica en CABA fue impulsada por el derrumbe producción de bienes (-6,6%) y de comercio y servicios (-5%).
El EMAE del Indec, también difundido la semana última, no es disonante con lo brindado por la DGEyC. Según el organismo estadístico nacional, durante abril la actividad económica cayó -1,3% interanual, mostrando el 12° mes consecutivo de derrumbe. ¿Los sectores más afectados? Intermediación financiera y comercio, aunque también mostraron bajas industria y construcción.
Las perspectivas para lo que queda del año continúan siendo débiles. ¿Por qué? Porque el Gobierno está en campaña con toda la incertidumbre que ello genera. Y en vez de tomar el toro por las astas e impulsar ya una renegociación del pago de la deuda con el FMI, prefiere enfriar las aguas, evitando noticias pésimas. Ello demora planes de inversión, a la vez que no soluciona la alta inflación ni el aún el elevadísimo nivel de las tasas de interés. Todo confabula contra la actividad económica, pues la recomposición salarial no llega, los puestos de trabajo se pierden y el consumo, en consecuencia, profundiza su caída.
De acuerdo a datos del Ministerio de Producción y Trabajo también brindados la semana que pasó, en abril de 2019 se contabilizaron 12.113.900 trabajadores registrados, esto es, 203.900 trabajadores menos con respecto a igual mes de 2018, lo que representa una caída del 1,7%. Como contrapartida, el sector público tomó 18.800 empleados más.
Tomando solo al sector privado, la caída fue de 164.000 trabajadores (-1,9%). Mientras que considerando la cantidad de monotributistas, se registraron 34.900 menos que un año antes, merma que refleja el retraso en el pago del monotributo por quienes viven subcontratados, con empleos precarios o en la llamada modalidad “free-lance”, que, dicho sea de paso, es bueno recordar que no cuenta con las paritarias de los trabajadores asalariados ni con los mismos beneficios.
También desde la cartera de Producción y Trabajo se informó que el salario nominal promedio aumentó 40,4%, entre abril 2019 y abril 2018. Pero si se considera que en igual periodo hubo una inflación de casi el 56%, la pérdida real del salario se acercó al 10% en un año, solamente considerando la realidad de los asalariados privados. En el caso de los subocupados o monotributistas, la pérdida del poder adquisitivo es en muchos casos muy mayor.
Los datos de Producción y Trabajo recuerdan los brindados una semana atrás por el Indec: que, al primer trimestre de 2019, la desocupación alcanzó los dos dígitos: +10,1%, el número más alto en los últimos 13 años.
En la comparación con el cuarto trimestre de 2018, el índice de desocupados registró una variación de 1 punto porcentual (pp), de 9,1% a 10,1%. Igual variación se observa al comparar el dato en términos interanuales.
La tasa de subocupación, por su parte, también creció de un año al otro: de 9,8% al 11,8%. Y se lee, además, en el informe del Indec: “Al sumar todos los grupos de la población económicamente activa que generan presión sobre el mercado de trabajo (desocupados abiertos + ocupados demandantes + ocupados no demandantes disponibles), se verifica que pasa del 29,9% al 33,9%”.
Dante Sica, ministro de Producción y Trabajo de la Nación, acusó recibo de los duros datos a través de un comunicado, donde señaló: “Nos preocupa: son 1.800.000 que buscan empleo y no lo encuentran. Todos tienen que tener acceso a oportunidades”. La pregunta a la frase de Sica es ¿cómo “todos” podrán “tener acceso a oportunidades”? Una respuesta que el Gobierno no ha sabido responder en casi cuatro años de gestión y que solo sugiere que pueda darse a través de una flexibilización laboral que, en los hechos, ha sido dada: en un contexto donde los precios subieron por ascensor y los sueldos por escalera, no hubo mayor generación de puestos de trabajo sino precarización de los salarios y más desempleo.
Con los datos negativos anteriores en términos de actividad económica, salario y empleo, naturalmente el consumo cierra el círculo vicioso o este combo anti-crecimiento.
La semana pasada el Indec también reportó que las ventas de supermercados registraron una baja en abril de 12,6% interanual. Es el 10° resultado negativo consecutivo de este indicador. En cuanto al personal ocupado de supermercados y autoservicios, el ente estadístico indicó un recorte de -3% en las plantillas en comparación con abril de 2018 y de -0,6% versus marzo 2019.
Con respecto a las ventas de shoppings, también se aceleró la baja de ventas 1 punto porcentual en abril frente a marzo, informó el Indec, y se mantiene la caída del consumo en relación a un año atrás en niveles muy elevados.
A mayo, de acuerdo asimismo con el Indec, el intercambio comercial argentino arrojó un superávit de US$1.373 millones. Ese mes fue el noveno consecutivo con más exportaciones que importaciones. Sumados los primeros 5 meses del año, se acumula un saldo positivo de US$4.528 millones: pero este resultado puede atribuirse a la depreciación real del peso argentino y a la mencionada caída de la actividad. Y en la comparación interanual se suma un tercer elemento: la buena cosecha de 2019, que impulsó la recuperación de las exportaciones.
El último dato refuerza la idea de un país con una economía primarizada, donde las industrias grandes y pequeñas retraen su actividad (o cierran), los asalariados pierden poder adquisitivo o directamente el empleo, la inflación no cesa y el consumo se retrae, en una espiralización que atenta en todos los casos contra el crecimiento de la economía.
Cada vez que cierra un almacén de barrio en la Ciudad de Buenos Aires, cada vez que surge un nuevo desocupado entre nuestros conocidos, la explicación puede encontrarse en todos los párrafos anteriores y en un modelo económico, el del oficialismo, que, en vez de solucionar los problemas recibidos de la anterior gestión, los profundizó, especialmente en los sectores más vulnerables de nuestra sociedad, con aumentos de más del 60% interanuales en alimentos y de más del 70% en transporte, solo centrándonos en la Ciudad de Buenos Aires.
Crecimiento del desempleo. Velocidad del costo de vida. Caída del salario en comparación con los precios. Y un país endeudado. Los datos ofrecidos la semana que pasó dejan un futuro incierto, que solo podremos torcer trabajando duro, especialmente quienes tenemos responsabilidades políticas. Recordemos que, al cierre de 2018, la pobreza alcanzaba al 32% de la población, y que para el segundo semestre de ese año el 6,7% de los argentinos vivía en la indigencia. Recordemos también que más de la mitad de los menores de 17 años vivía, a fines del año pasado, bajo la línea de la pobreza, según un informe de la UCA comentado en este blog.
Este combo anti-crecimiento y destructor de actividad, industrias y empleo, en combinación con las licencias brindadas por el FMI para controlar al dólar mientras nada de la deuda se renegocia, solo prepara un terreno más que difícil para después del 10 de diciembre. El Gobierno debería pensar un poco más en el país y un poco menos en las elecciones. Su primera responsabilidad es no olvidarse de los argentinos.