El periodista y escritor, director de la revista digital Anfibia y autor de “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, brindó una charla en la Fundación Innovación con Inclusión. Los principales conceptos que dejó en el encuentro.

“El buen periodismo se hace con mística o no se hace”, afirmó Cristian Alarcón, durante una charla que tuvo lugar en la Fundación Innovación con Inclusión, este jueves por la tarde.

En el encuentro, el periodista y escritor chileno, residente en la Argentina, compartió varias experiencias de su intensa trayectoria, en la que se destacan la creación de la revista digital Anfibia (en conjunto con la Universidad Nacional de San Martín, donde codirige la Maestría en Periodismo Narrativo), la fundación del sitio Cosecha Roja y la publicación de los libros “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, “Si me querés, quereme transa” y “Un mar de castillos peronistas”. El primero de estos tres acaba de ser traducido al inglés y publicado en Estados Unidos por la editorial Duke Press, con el título de “Dance for me when I die”.

Alarcón fue presentado por Matías Tombolini, referente del partido Avancemos Por el Progreso Social (APPS), del cual la Fundación Innovación con Inclusión es su tanque de ideas.

Después de que el economista le agradeciera su presencia y le realizara un par de preguntas que funcionaron como disparador de la conferencia, Alarcón abordó varios tópicos vinculados con el periodismo literario, al que le ha dedicado el grueso de su carrera.

“Las identidades de nuestras naciones fueron construidas, en gran parte, gracias a los relatos que de ellas hicieron los cronistas modernistas: poetas viajeros como Martí, Gutiérrez Nájera o Rubén Darío, que publicaron, a partir de 1850, en los grandes diarios latinoamericanos”, explicó.

Luego habló de la posterior irrupción en Latinoamérica, a comienzos del siglo XX, del modelo anglosajón que impuso la noticia estructurada como una pirámide invertida. Pero señaló que “en la Argentina se conservó, en algunos espacios, la tradición del periodismo literario”.

De esta corriente, destacó principalmente a Rodolfo Walsh, que inauguró el género de la literatura de no ficción con “Operación Masacre”. “Esta tradición tuvo un gran momento de esplendor entre los ’60 y los’70, en medios como La Opinión y Primera Plana”, añadió.

Alarcón recordó que su acercamiento al periodismo narrativo se dio en el año 2000, cuando ganó una beca de la Fundación García Márquez para participar, en México, de un taller dictado por el cronista polaco Ryszard Kapu?ci?ski, al que propio “Gabo” asistió como anfitrión.

“Nos enseñaron una ética vinculada a cómo encarar el periodismo para hacer compatibles nuestras ambiciones profesionales con nuestras ambiciones personales y subjetivas”, relató el escritor.

En ese sentido, reconoció que “el periodismo es un oficio bastante ruin en el que uno a veces escribe porquerías para ganarse la vida”, y contó que Kapu?ci?ski alentó a los participantes del taller a mantener los proyectos personales más allá de sus trabajos en las redacciones de los diarios.

“Los quince que fuimos parte de ese taller luego hicimos dos cosas: escribimos libros y fundamos medios. Algo pasó allí”, recordó Alarcón.

Respecto a la literatura periodística, afirmó que “el desafío es la verosimilitud, que el lector crea lo que lee”.

“Un buen relato tiene que ser verosímil, pero si es de no ficción y no hay verdad, el pacto se rompe y no hay verosímil que aguante. Si el lector descubre un solo hecho que no es real, todo el relato se cae. Por eso, acá, verosimilitud y verdad van de la mano”, entendió.

También se refirió a su nuevo proyecto denominado “Periodismo Performático”, en el que periodistas y artistas se juntan para investigar un tema contemporáneo.

“Después, con esa información que relevan, no producen un texto sino una performance. En la performance está el puesto cuerpo. No hay representación, lo que hay es conmoción. Es un shock de realidad que no viene de la mano del pacto de lectura tradicional”, detalló.

Por otra parte, defendió la labor del periodismo activista, al que distinguió del denominado “periodismo militante”, asociado con el kirchnerismo.

“Hay una emergencia de un activismo periodístico, pero es una emergencia que no tiene que ver solo con el periodismo. Nuestros jóvenes entienden su lugar en el mundo como el lugar en el que quieren hacer cosas por ese mundo”, puntualizó Alarcón.

Señaló que “la emergencia de una revolución feminista en América Latina y, sobre todo, en la Argentina, habla de una disposición de las mujeres, y de todas las sexualidades disidentes, por estar en el mundo sin atravesarlo pasivamente, sino activando por transformaciones reales”. En ese contexto, expresó, “hay activismos periodísticos interesantes: el activismo, por ejemplo, de las periodistas feministas”.

También subrayó que las redes sociales están cambiando el panorama y que “el poder de llegada de los llamados medios hegemónicos hoy es más limitado” porque no terminan de entender los nuevos escenarios de las tecnologías de la información y la comunicación.

“Estamos en un momento de transición, en el que se ven los esfuerzos de estos medios para tratar de adaptarse y acompañar los nuevos fenómenos que les marcan la cancha”, argumentó el periodista, para luego subrayar que, por el contrario, “la sociedad ya no se deja marcar la cancha por la hegemonía de un medio de comunicación”.

“El periodismo está en crisis no solo porque el modelo de negocios está en crisis. Hay algo que tiene que ver con la relación con las audiencias y con cómo vamos a contarles a los jóvenes que hoy tienen entre 14 y 30 años”, manifestó.

Aseguró que, en este nuevo contexto, “lo que va a subsistir es lo que posea buena calidad”. Y que la creencia de que lo popular tiene que ser de baja calidad “es una confusión que les trajo grandes problemas a las izquierdas latinoamericanas, que han subestimado a las audiencias, sobre todo en los últimos veinte años”.

Finalmente, destacó que, por su calidad, la revista digital Anfibia “es leída por los ‘troskos’ más ‘troskos’ y por los liberales más liberales”, pero que “el ‘progre’ promedio se enoja, porque solo quiere que le digas lo que desea escuchar”.

Al respecto, contó que por publicar allí un perfil del influencer de derecha Agustín Laje, junto a una provocativa foto que lo mostraba pisando un pañuelo verde, recibió una catarata de insultos de buena parte de sus lectores.

“Sin embargo, de cada seis personas que nos criticaban, había una que reconocía lo bien que habíamos retratado a la derecha. Ese día perdí lectores ‘progres’, pero gané lectores inteligentes”, sentenció.